#3 – La Intrusa

Hace, más o menos, un año nos mudamos a La Comarca, un enclave oculto en las lindes de Villa Luro con Monte Castro y Versalles. Luro es el barrio en el que nací así que, si bien no vivía tan lejos, solo en zona enemiga falta de colores, fue una especie de regreso.

Un distintivo del barrio es que varias de sus calles llevan nombres de escritores. Incluso, el emblema lista a los mismos (Lope de Vega, Moliere, Virgilio, Dante, Victor Hugo, etc…) y la leyenda es “El barrio de las calles románticas de Buenos Aires”. Es una zona que todavía mantiene una gran cantidad de casas bajas y calles arboladas, salvo la parte conocida como Hollywood, que tiene como particularidad el surgimiento exacerbado de edificios que, para los que pasamos cada tanto, parecieran aparecer de repente, como si nacieran de los escombros de las casas derribadas. También, esa zona, es conocida por la escasez de luz en verano (aunque, en lo que va del año, casi que no existieron lugares en los que no faltara).

La nueva casa es un PH en la altura, ubicado en una esquina, lo que permite la vista de la plaza de enfrente (también con nombre de un dramaturgo) desde varios puntos, sobre todo desde el living que cuenta con un amplio ventanal que da a un balcón.

Cuando vinimos a verla por primera vez, en esas jornadas de agotamiento de búsqueda, no dimensionamos el valor de ese lugar, obnubilados por la terraza: una L despejada desde donde se observa más cielo del que podíamos imaginar, sobre todo luego de once años viviendo en un dos ambiente (hermoso y que nos costó dejar, entre otras cosas por el cariño, sacando las facilidades que brinda el mundo inmobiliario y la economía para dicha tarea) de 37 metros cuadrados sin balcón ni patio. Pero la mayoría del tiempo, en esta época (esperemos que esto dure para siempre) de trabajo remoto, lo paso en el living. De ahí, la aparición de El Señor del Balcón. Constantemente estoy distrayéndome con algo de lo que sucede afuera.

Pero, la semana pasada, el gobierno de la ciudad instaló, por decisión unilateral, una luz a la altura del centro del ventanal que, además de iluminar el balcón y el living con un tono blanco de hospital, encandila e interfiere en la vista. Es una lámpara negra, con un sensor arriba que pareciera una sirena de policía con ese estilo moderno, sin alma, agarrada a un palo gris. La pusieron a una velocidad envidiable para los que no contamos con la habilidad para esas tareas y pintaron la zona de agarre de un color que difiere al del palo, como si quisieran que no se camuflara, que demuestre su no pertenencia al lugar.

Y ahora, cada vez que miro para afuera, mis ojos se posan, sin poder evitarlo, en ese objeto que desentona con lo que estaban acostumbrados a encontrar: un pequeño detalle que disuelve la percepción de perfección; un elemento extraño que desarma la postal. Imagino que, de quedarse para siempre, terminará mimetizándose con el alrededor y, quizás, empiece a pasar desapercibida; esa capacidad humana de aceptar el estar siempre un poco peor. Pero hoy deseo su exterminio (y el del ideólogo).

Ya hicimos el reclamo pertinente pero de no surtir efecto (estamos en año electoral y estos pequeños cambios le suman a los pdf que arman para mostrar sus logros) estoy barajando diferentes maneras de vandalizarla, tratar de devolver la vieja normalidad. Encima, los ánimos andan caldeados en el barrio por la falta de luz. Podría decirles que es parte de la reducción de consumo y abrazar la lucha, unirme al gentío al grito de: “El único Edesur que ilumina es el que arde”. Pero hace mucho calor (te entiendo, Amalita).

Y, en realidad, lo único que quiero es poder sentarme en el sillón con la escasa brisa que entra por el balcón tras la lluvia prometida, que duró lo que un suspiro y no trajo el alivio deseado, distraerme y volver a ver mi comarca, mis calles románticas, sin una intrusa de por medio.


Cierro con un tema acorde de este discazo de Los Auténticos Decadentes en clave reggae.

«Yo vivo en un barrio tranquilo, no es preciso que me busques, las veredas llevan la marca de mis pies.» (Turdera)

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