“Los sueños se corrigen”, canta Bersuit (¿todavía vale escuchar a Cordera?), y aunque la frase tiene algo de triste también es bastante real. A lo largo de la vida los sueños van cambiando, ya sea por abandonarlos al no lograrlos o, al revés, por haber llegado y necesitar un cambio de rumbo. O que no nos satisfaga aquello que tanto buscamos. Ahora, ¿qué significa cumplirlo? Si un pibe soñó con jugar al fútbol y lo logra en un equipo de la D, una banda con llenar estadios pero se separa en Planta Alta, si unos que hacen un programa de radio terminan transmitiendo desde lugares inhóspitos, y no del todo preparados, para cincuenta personas (en los buenos tiempos), ¿el sueño está cumplido?
En el mundo capitalista que nos domina (¡Epa, tranquilo, Marx!) pareciera que cumplirlo tiene que ver únicamente con sacar rédito del sueño; transformar tus ganas, obsesiones, e ideas, en dinero. Sino es visto como un hobby, un juego. Limitan tus logros a ver si podés vivir de ellos. Nos educan, desde chicos, para que la motivación final de todo sea solo conseguir plata. De verdad. Pero, como dice el gran Pity, se olvidan de Lo Artesanal, de que el placer viene por otro lado y, sobre todo, surge desde otro lado.
Emboscados es una banda que se formó a mediado de la década pasada y que en aproximadamente seis años dejó dos lindos discos en su haber, y varias noches compartidas. De shows, de radio y de amistad. En el 2010, la banda se separó y Teo, el cantante, se fue a vivir al sur. El resto siguió su vida, algunos relacionados con la música, otros no. Pero hace un tiempo se anunció el regreso por una única noche en El Marquee. Ahí nos reencontramos, siete años después, la banda y todos los que íbamos años atrás, muchos que nos habíamos conocido en la búsqueda de un objetivo común (músicos de otras bandas, periodistas, managers, prensa, etc), y el ojo crítico (o cínico) podría decir que casi ninguno de los presentes había cumplido aquel sueño.
Ahora, el ojo más analítico que no se centre solo en convocatoria, venta de discos, programas de radio exitosos, debería haber presenciado lo que se vivió esa noche gracias a la música: la alegría del reencuentro que se sintió arriba y abajo del escenario, la energía con la que tocó la banda como si no hubiera pasado ni un día del último show, la efusividad con la que acompañó la gente abajo (¡Qué lindo es lo que se genera en una canción como “Todo es más frágil hoy”), y como durante la hora y media que duró el show todos los presentes volvimos siete años para atrás. Recién ahí podrá intentar comprender si realmente el sueño quedó inconcluso.
Viajar en el tiempo es una de las grandes obsesiones del ser humano. Constantemente surgen teorías, libros, películas, que hablan del tema. Claro que si la máquina del tiempo hubiera sido inventada ya tendríamos visitantes de épocas futuras viniendo a ver a Messi en cada partido histórico. O al Atlanta de Alonso. Pero por ahora debemos conformarnos (si es que vale la pena perder el corto tiempo de vida para ir a otra época) con buenas piezas literarias o de cine que lo hagan parecer interesante. Sin embargo, a pesar de que lo sigan buscando, el invento más grande de la humanidad es lo más parecido a viajar en el tiempo: La música.
Una canción puede llevarte al momento exacto donde te enamoraste, al día que te rompieron el corazón (quizás de la mano de la misma persona); a ese instante donde fuiste feliz, donde todo parecía eterno, y el futuro, que es hoy, muy lejano. Y esa noche, cincuenta, cien, doscientas personas (¿realmente importa el número?) viajamos siete años para atrás, nos sentimos como en aquellos tiempos, pero sobre todo y a pesar de que la vida de la mayoría cambió de rumbo, de objetivos, de sueños, una vez más, al menos por un rato, fuimos felices.
“Y ese escenario que ves admirado como algo que no está al alcance de tu mano, soñás con pisarlo una vez. Te imaginás ahí arriba, como una utopía que llega algún día, moviendo a la gente con una canción que relate ésta noche, que golpeó fuerte tu corazón. Un ritual que jamás en la vida podrás olvidar.” (“El ritual”, de Emboscados)
Texto publicado en Cuarteto Cultural en octubre de 2017