#16 – Días de Gloria

Era una noche ideal de verano, con un cielo despejado repleto de estrellas. A la derecha había una luna a punto de llenarse. A la izquierda, los últimos estertores de un atardecer limpio que explotó en colores que aún se filtraban por detrás de una montaña. O de un cerro, quién sabe, pero creo que montaña le da mayor espectacularidad al texto. Igual, no hay forma de transmitir con exactitud la imagen a mi alrededor sino que cada uno armará la suya. Lo hermoso del lenguaje escrito.

De la calle principal, cuatro cuadras asfaltadas donde se concentran casi todos los comercios del lugar, llegaba el murmullo del inicio de la vida nocturna: música que costaba descifrar ante la cadencia similar de todas las canciones del género que impera, los gritos de un payaso (otro, no el que cantaba…) invitando a la función y la voz de una mujer transformada por un megáfono que instaba a los desprevenidos a intentar derribar seis latas posicionadas en forma de pirámide por el considerable premio de 5000 pesos (Me cuesta todo cinco lucas, ¿no ves?…te das cuenta, volvimos a vivir en los noventa).

El de la cabaña de al lado estaba haciendo un asado. El olor me convocaba mientras las llamas iluminaban el costado del fogonero. Algunas chispas brotaban y atinaban a lastimar un frondoso jazmín que emanaba su aroma intenso, no de mis preferidos, para luego convertirse en parte del aire. En las piernas sentía el cansancio de una jornada de río, el placer de la ducha posterior que eliminó los restos de la arena adherida que parecía negarse a abandonarme, en una búsqueda casi parasitaria. El Pibito se relajaba mirando unos dibujitos y La Patrona leyendo. En ese momento, armé un Fernet con las medidas exactas y me disponía a escribir pero al primer sorbo reparé en la escena a mi alrededor y me pregunté: ¿cómo hace la gran mayoría del mundo para ser feliz sin ser argentino? Es importante recordarlo, más en estos tiempos de desánimo, de crisis, de idealización exacerbada de la vida en el extranjero. O del fin del mundo, pero prometo no hablar de eso en este envío (aunque las tormentas de unas semanas después ahondaran en los pronósticos desalentadores).

Dadas las condiciones detalladas, llegué, una vez más y como en cada receso, a la certeza de que mi mejor versión aparece en vacaciones. El vientecillo de la libertad, la libertad real, no la del eslogan milnovecientosochentaycuatresco, le sienta bien a mi cuerpo que descansa mejor, a mis dolores cervicales que desaparecen por unos días, a mis neuronas que recuperan ciertas sinapsis perdidas o que crean nuevas ante la alegría que brota de la desaparición de la rutina, de los despertadores, de los relojes.¿Qué tiempo querés saber?

A los viajes, suelo llevar un cuaderno Gloria. En algunas ocasiones, va solo de paseo, para anotar una partida de cartas o entretener al Pibito, pero me gusta tenerlo siempre ahí. Si es uno que ya viene de otro viaje, suelo releer algunas páginas y me encuentro con cosas que no me acuerdo haber escrito u otras que encarnaron en texto. En este, había una parte de Malevaje. En el ajetreo de los viajes, al cuaderno se le salieron las tapas pero las conservo para darle cierta contención y privacidad a las palabras que no suelo mostrar hasta estar medianamente convencido. Los textos se abandonan.

En esta oportunidad, no viajó en vano ya que arranqué a escribir este envío del Newsletter (¿cuántas personas habrán escrito la palabra Newsletter de puño y letra?) en la tranquilidad de Icho Cruz, un hermoso pueblo de Córdoba. Me llama la atención la deformidad de mi letra que nunca fue linda pero empeoró con el paso de los años hasta convertirse casi en un lenguaje propio al que solo yo puedo acceder. Y, a veces, ni siquiera. Lo tengo que adivinar por contexto.

Tiempo después, vuelvo a casa. Transcribo el texto. Lo modifico y le agrego algunos detalles, revivo algunas sensaciones, lo mezclo con otras experiencias, otros viajes. ¿Quién sabe si el asado fue el mismo día del Fernet? ¿Si todo el envío se terminó de escribir en tierras cordobesas o en una mañana de lluvia de Buenos Aires? ¿Importa? Trato de evitar repeticiones que no afectan al momento de enfocarse en el hecho de escribir sino al de corregir. Luego, guardo el cuaderno en el cajón con otros que pasaron por lo mismo, entro en la rutina, y vuelvo a ser el de siempre.

Aclaración: Gloria no puso un peso para esta publicación, aunque me vendría bien porque estoy ahorrando a ver si este año logro comprarme un OFF, y así atinar a sobrevivir un tiempo más.
Aclaración 2: OFF tampoco puso un peso.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio esta protegido por reCAPTCHA y laPolítica de privacidady losTérminos del servicio de Googlese aplican.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.